Pese a la pausa de 90 días anunciada por el actual mandatario estadounidense respecto a la implementación de aranceles recíprocos, el revuelo comercial no ha cesado. Aunque esta medida temporal no alcanzó al gigante asiático —China—, sí aplicó al resto del mundo. Sin embargo, poco se ha dicho sobre un grupo particular de países que no fueron alcanzados por estos aranceles desde un inicio. Entre ellos se encuentran Rusia, Corea del Norte, Somalia, Burkina Faso, Cuba, Canadá y México. ¿Cuál es la razón detrás de esta decisión? A primera vista, la explicación parece sencilla: el bajo o nulo volumen de comercio bilateral con varios de estos países haría innecesario cualquier tipo de represalia arancelaria. No obstante, en el terreno de las relaciones internacionales, ninguna decisión es enteramente inocente, y muchas veces las omisiones son tan reveladoras como las acciones.
¿Se trata simplemente de pragmatismo comercial? ¿O hay, detrás de estas excepciones, un cálculo geopolítico más profundo? En este artículo nos proponemos analizar, una por una, las posibles razones —explícitas y ocultas— que motivaron a la actual administración republicana a dejar fuera del régimen de aranceles recíprocos a una lista tan heterogénea de países.
La materialización de la política proteccionista y nacionalista de Trump: los aranceles recíprocos
Antes de analizar por qué ciertos países quedaron excluidos de los reconocidos “reciprocal tariffs”, es importante comprender qué son y cuál es su lógica. Según medios como The New York Times, estos aranceles recíprocos se basan en una política comercial que busca igualar o superar las tarifas que otros países imponen sobre productos estadounidenses.
La estrategia central detrás de esta medida apunta a revertir lo que Donald J. Trump ha denunciado sistemáticamente como una situación de desventaja en el comercio internacional: un escenario en el que Estados Unidos aplica tarifas más bajas que las que recibe a cambio. Frente a esta “injusticia”, el mandatario impulsa una política que pretende restablecer la llamada reciprocidad, haciendo que Estados Unidos cobre tarifas equivalentes o superiores a las que otros países aplican sobre sus exportaciones.

Este enfoque se enmarca dentro de una visión proteccionista y nacionalista de la economía, en la que se prioriza la producción local y se desconfía de los grandes acuerdos multilaterales. Aunque este tipo de medidas pueden generar tensiones globales, Trump ha sabido utilizarlas como herramienta política y como forma de reafirmar su narrativa de “América primero”.
Los países excluidos: ¿omisión estratégica o irrelevancia comercial?
Aunque puede entenderse que la medida impulsada por el presidente estadounidense puede tener un alcance completamente global, existen ciertos países que quedaron fuera de esta regla. Como mencionamos en un comienzo, países de diversos continentes no fueron afectados por estas disposiciones, los cuales no son precisamente socios comerciales a los que no se quiere afectar por esta medida. Son, más bien, países con los que Estados Unidos mantiene relaciones tensas tanto en la actualidad como a lo largo de la historia.
Comenzando por el país con la extensión más grande del mundo, Rusia, encontramos que históricamente tuvo una relación tensa – en todo sentido – con Estados Unidos. Así, su relación comercial ha sido muy limitada, sumado a las diversas sanciones aplicadas por la anexión de Crimea y la invasión de Ucrania en los años 2014 y 2022, respectivamente. Sin embargo, el presidente Donald Trump siempre ha tenido una relación amistosa con el mandatario ruso, Vladimir Putin. En los últimos meses, se han evidenciado acercamientos diplomáticos que buscan poner fin al conflicto en Ucrania, siendo Rusia uno de los principales beneficiarios de estas conversaciones. La aplicación de aranceles recíprocos podría interpretarse como un gesto hostil que no sólo entorpecería esa relación, sino que empujaría a Rusia hacia un alineamiento más profundo con China, rival estratégico de Estados Unidos.
En cuanto a Corea del Norte, tras su retiro del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) en el año 2003, mantiene relaciones tensas con Estados Unidos tras ciertas sanciones impuestas y, como resultado, su relación comercial bilateral es casi inexistente. Así, no sólo no tendría sentido imponer los aranceles, sino que, además, debemos tener en cuenta que al no ser parte del TNP, y ante esta guerra comercial, quizás la estrategia de Trump está en no provocar a quien no teme responder con fuego, evitando la materilización de su enemistad en una confrontación directa.

¿Y cuál sería la estrategia para los países africanos? En primer lugar, Burkina Faso mantiene buenas relaciones con Estados Unidos en el sentido comercial, siendo uno de los países africanos que importa más de los que exporta a la nación norteamericana. En este sentido, y teniendo en cuenta que su economía no es tan fuerte como la de EE.UU., los aranceles solo debilitarían al país africano más que beneficiar a Estados Unidos. Lo contrario pasa con Somalia, donde nos encontramos con una economía muy debilitada y una constante inestabilidad política, donde las importaciones y exportaciones de ambos lados son muy escasos. Dejando de lado la cuestión comercial, aquí también podemos pensar en un posible acercamiento estratégico por parte de EE.UU., buscando su “puerta de entrada” a África, continente rico en recursos naturales. Esto aplica sobre todo para el país del Sahel, el cual hace unos años expulsó a las bases militares estadounidenses de su territorio con el fin de buscar una nueva emancipación tras años de esclavitud moderna por parte de los países del primer mundo.
Por último, y observando el caso de los países del continente americano, nos encontramos con dos de los principales aliados comerciales de Estados Unidos de los últimos años: Canadá y México. Ambos países forman parte del T-MEC, el tratado de libre comercio que los vincula con Estados Unidos, lo que explica su exclusión de los aranceles recíprocos. Este acuerdo, con vigencia prevista de 16 años, establece un marco regulado para el comercio trilateral, protegiendo a sus miembros de medidas unilaterales abruptas como esta. Por otro lado, el caso de Cuba responde a una situación particular. Desde la década del 60’, el embargo económico impuesto por Estados Unidos limita fuertemente el comercio bilateral, el cual está regulado de forma estricta y excepcional. Por lo tanto, su exclusión de los aranceles recíprocos se justifica en la práctica por la vigencia de sanciones previas y un vínculo comercial residual.
Más allá de lo evidente y observable
Podríamos pensar que no hay una única estrategia detrás de los países que han quedado fuera de los “reciprocal tariffs”, sino que hay razones mucho más profundas. Si bien no queda excluido el argumento de un bajo nivel comercial con estos países, también debemos tener en cuenta los intereses geopolíticos mucho más amplios o una posible estrategia en pos de evitar fracciones innecesarias con algunos actores con semejante relevancia global.
Este panorama demuestra que las relaciones internacionales son mucho más profundas de lo que el ojo puede ver. Se trata de un entramado de poder, intereses, percepciones y cálculos que trascienden lo evidente y que, muchas veces, solo se revelan cuando nos animamos a leer entre líneas.
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