La semana pasada, el Gobierno argentino anunció su decisión de impulsar el Servicio Militar Voluntario de las Fuerzas Armadas. En este contexto, resulta interesante y así también, relevante, poder conocer algunos modelos internacionales similares y semejantes al plan impulsado por el Gobierno Nacional.
El pasado jueves, el vocero presidencial, Manuel Adorni, anunció la decisión del Gobierno Nacional de impulsar nuevamente el Servicio Militar Voluntario de las Fuerzas Armadas Argentinas. De hecho, según pudo saber Zona Militar, a través de diferentes fuentes consultadas de la cartera ministerial, la nueva iniciativa del Gobierno plantea nuevas modificaciones para el Servicio. Entre ellas, la que se conoció hasta el momento, fue la extensión de la edad máxima para incorporarse al Servicio Militar Voluntario. Así también, se pudo conocer que la reforma, promovida por el Ministerio de Defensa y el Ministerio de Capital Humano, tiene el objetivo de actualizar la reglamentación vigente, realizando cambios y modificaciones sobre la educación de los soldados, los oficios, el adiestramiento y la profesionalización, entre otras cuestiones.
Estas reformas buscan lograr una nueva visión de la concepción del Servicio Militar Voluntario, bajo un contexto en el cual el Gobierno Nacional ha estado impulsando múltiples iniciativas, operaciones, planes y programas, para reforzar la seguridad nacional, como así también la defensa de los intereses nacionales. No obstante, hasta el momento, el Gobierno Nacional no ha brindado mayores detalles sobre la reforma del Servicio Militar Voluntario.
Modelos internacionales
En términos comparativos, el esquema de servicio militar voluntario argentino, recientemente ampliado en edad y enfocado en nuevas capacidades como la respuesta ante catástrofes, guarda más similitudes con modelos de profesionalización parcial o con programas de formación cívico-militar orientados a misiones subsidiarias que con experiencias vinculadas a contextos bélicos activos.
Resulta pertinente analizar países latinoamericanos como Brasil, Chile o Colombia, que han adoptado esquemas de servicio militar voluntario complementario, en algunos casos coexistente con la conscripción obligatoria. En Brasil, por ejemplo, existen programas de incorporación voluntaria para tareas específicas con componentes logísticos, administrativos y de protección civil. Chile, por su parte, ha impulsado desde hace años mecanismos de reclutamiento mixto con incentivos económicos, apuntando al sostenimiento de cuadros básicos operativos.
A la hora de pensar en la utilidad del servicio militar en estas funciones, se señala que la creciente demanda de apoyo militar en misiones de socorro, catástrofes naturales o asistencia logística se basa en tres ventajas comparativas: la presencia territorial, la capacidad de despliegue inmediato y los medios logísticos disponibles. En este sentido, la redefinición del servicio militar voluntario argentino como un canal para entrenar soldados en funciones subsidiarias (como respuesta ante incendios, inundaciones o tareas sanitarias) responde a esa lógica de utilidad institucional, más que a una función de defensa en sentido estricto.
Sin embargo, distintos analistas advierten sobre los riesgos que implica una sobreutilización de las Fuerzas Armadas en roles civiles: entre ellos, la ambigüedad funcional, la pérdida de preparación para conflictos armados y la desnaturalización de su misión principal. Este dilema es relevante en el contexto argentino actual, donde el impulso de iniciativas como el nuevo servicio militar voluntario parece vincularse más con necesidades de gestión civil —o incluso social— que con una planificación integral del instrumento militar. La profesionalización parcial que representa este programa no está exenta de contradicciones si no va acompañada de una doctrina específica, una planificación interagencial y una estructura de incentivos adecuada.
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