La inflación en el Reino Unido volvió a acelerarse en abril, desafiando las previsiones oficiales y las expectativas del mercado. Según los datos difundidos, el índice de precios al consumidor trepó al 3,5% interanual, frente al 2,6% registrado en marzo, marcando el mayor incremento mensual desde 2022.

El principal motor detrás del aumento inflacionario fue el encarecimiento de los pasajes aéreos durante Semana Santa, aunque los analistas remarcan que otros sectores también presionaron al alza. El dato oficial superó tanto la proyección de los economistas encuestados por Reuters (3,3%) como la estimación previa del propio banco central (3,4%), por lo tanto, con este resultado, el Reino Unido quedó como la segunda economía con mayor inflación entre los países de Europa Occidental, solo por detrás de los Países Bajos.
Presión sobre la libra esterlina y señales contradictorias del mercado
El impacto inmediato en los mercados fue mixto: la libra esterlina experimentó una leve apreciación frente al dólar, para luego ceder terreno, en paralelo, los bonos soberanos británicos mostraron un desempeño inferior al de sus pares europeos, reflejando la incertidumbre sobre el curso que adoptará la política monetaria.

No obstante, los contratos de futuros siguen contemplando una baja acumulada de 37 puntos básicos en el tipo de referencia hacia finales de 2025, lo que sugiere que el mercado aún prevé una relajación monetaria, aunque más gradual de lo anticipado.
El economista Allan Monks, de JP Morgan, consideró que los números conocidos refuerzan el sesgo restrictivo del BoE: “La posibilidad de un recorte en junio se diluye, y aunque agosto sigue siendo nuestra hipótesis base, su probabilidad ha disminuido”, explicó. En el mismo sentido, los analistas de Pantheon Macroeconomics alertaron que su previsión de dos recortes adicionales en lo que resta del año queda ahora en entredicho.
El componente de servicios y los efectos persistentes de la presión salarial
Más allá del índice general, la inflación en servicios, indicador clave para evaluar presiones internas, se aceleró al 5,4% anual, superando ampliamente tanto las expectativas del mercado (4,8%) como la previsión del BoE (5%). Solo en abril, los precios del sector se incrementaron un 2,2%, el mayor salto mensual desde 1990.
El alza de las tarifas aéreas, que treparon un 27,5% mensual, fue determinante, pero no exclusiva, ya que también hubo subas de precios en gas, electricidad, agua y nuevos impuestos sobre empleadores, que también fueron relevantes.

A pesar del contexto, algunos funcionarios del BoE todavía consideran que el aumento inflacionario no tendrá un efecto prolongado. No obstante, las discrepancias internas persisten. El economista jefe del banco, Huw Pill, advirtió que las presiones salariales no permiten acelerar los recortes de tasas. Aunque votó por mantener el tipo en 4,25% en la reunión de mayo, sugirió que la política monetaria se enfrenta a un posible “salto”, más que a una pausa sostenida.
En paralelo, una encuesta reciente a empleadores indicó que las subas salariales comenzaron a moderarse, lo que podría actuar como amortiguador en los próximos meses si se consolida esa tendencia.
El camino hacia una inflación más baja enfrenta nuevos desafíos
El Banco de Inglaterra anticipa que la inflación podría trepar hasta 3,7% en septiembre, lo que retrasaría el retorno a la meta del 2% más allá de lo inicialmente proyectado.
Además, la posibilidad de que los efectos de segunda ronda, especialmente desde el mercado laboral, mantengan vivas las presiones inflacionarias plantea un desafío adicional para las autoridades monetarias.
En este entorno volátil, los movimientos del BoE estarán cada vez más condicionados por los datos mensuales, en especial los vinculados a los salarios y a la evolución del componente de servicios, por lo tanto, la política monetaria británica se enfrenta así a un delicado equilibrio entre contener la inflación y no asfixiar la recuperación económica incipiente.
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