El rover Perseverance de la NASA inició una nueva etapa en su misión marciana: el estudio de una de las regiones más antiguas del planeta rojo. El área fue bautizada como Krokodillen, en homenaje a una cadena montañosa ubicada en la isla Prins Karls Forland, en Noruega.
Krokodillen, una región geológica clave
Krokodillen se extiende a lo largo de 30 hectáreas y marca el límite entre las rocas ancestrales del borde del cráter Jezero y las vastas llanuras más modernas.
Según datos previos, esta zona contiene minerales arcillosos, un tipo de compuesto que sólo se forma en presencia de agua líquida. Detectar más arcillas en el terreno reforzaría la hipótesis de que esta región fue habitable hace miles de millones de años.
“El material rocoso de Krokodillen se formó antes de la existencia misma del cráter Jezero, durante el periodo geológico más antiguo de Marte, el Noachiano. Es decir, se trata de algunas de las rocas más antiguas del planeta”, explicó Ken Farley, científico adjunto del proyecto en el Instituto de Tecnología de California (Caltech).
Búsqueda de huellas biológicas en una de las regiones más antiguas de Marte
Lo que hace tan especial a Krokodillen es que, si se llegaran a encontrar posibles biofirmas —rastros químicos o estructurales que podrían ser evidencia de vida pasada—, corresponderían a una etapa mucho más temprana de la evolución marciana que las ya detectadas en otras partes del cráter.
Un caso relevante ocurrió en 2024, cuando el rover estudió una formación rocosa en forma de punta de flecha apodada Cheyava Falls. Allí, los instrumentos a bordo identificaron firmas químicas compatibles con actividad microbiana ancestral.
Sin embargo, esas señales también podrían haber surgido por procesos geológicos no biológicos, por lo que siguen siendo candidatas a biofirma, no pruebas concluyentes.

Muestra a muestra, la misión sigue adelante
Desde su llegada a Marte en febrero de 2021, Perseverance recorrió una enorme extensión del cráter Jezero, de 45 km de diámetro. El objetivo principal fue recolectar muestras que, en un futuro, puedan recuperarse y traer a la Tierra para su análisis en laboratorios avanzados.
El rover transporta un total de 43 tubos, de los cuales 38 están destinados a muestras geológicas y 5 funcionan como “tubos testigo” para detectar posibles contaminantes terrestres.
A día de hoy, Perseverance ya llenó 31 de esos 38 tubos de recolección. Dado que el espacio disponible es cada vez más limitado, el equipo de la misión decidió adoptar una nueva estrategia: los tubos nuevos no se sellarán de inmediato. Esto permitirá al rover descartar una muestra en caso de encontrar una más prometedora en el futuro.
“Hemos estado explorando Marte durante más de cuatro años y cada tubo lleno tiene una historia única para contar. Esta nueva estrategia nos brinda mayor flexibilidad para priorizar las muestras más interesantes que encontremos en adelante”, señaló Katie Stack Morgan, científica del proyecto en el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA.
¿Y el regreso a la Tierra?
Aunque la recolección de muestras sigue en marcha, el futuro del programa de retorno de muestras marcianas es incierto. La administración estadounidense propuso en su presupuesto 2026 la cancelación del plan actual, lo que pone en pausa el ambicioso proyecto de traer a casa estas valiosas cápsulas del pasado marciano.
Mientras tanto, Perseverance continúa su marcha, esta vez sobre rocas que datan de los orígenes de Marte. En ellas busca señales que podrían reescribir nuestra historia sobre la vida en el universo.
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