En la mañana del 22 de mayo, Corea del Norte realizó un nuevo ensayo militar con el lanzamiento de varios misiles de crucero desde la provincia de Hamgyong del Sur hacia el mar de Japón, aproximadamente a las 09:00 hora local. Las autoridades militares de Corea del Sur confirmaron la detección previa de los preparativos y activaron medidas de vigilancia conjunta con Estados Unidos.
El creciente riesgo de los misiles de crucero norcoreanos
Este evento se suma a una serie de ensayos recientes que consolidan el patrón de provocaciones del régimen de Kim Jong-un. El 8 de mayo, Pyongyang ya había realizado una prueba con misiles balísticos de corto alcance. Ahora, con esta nueva prueba de misiles de crucero, se incrementan las preocupaciones sobre la evolución tecnológica de su arsenal, en particular por la capacidad de estos vectores para evadir los sistemas tradicionales de defensa.
A diferencia de los misiles balísticos, los misiles de crucero vuelan a menor altitud y con trayectorias más erráticas, lo que los hace más difíciles de detectar e interceptar. Este factor representa una amenaza significativa para las defensas aéreas de la región, ya que limita el margen de respuesta ante una ofensiva real. La comunidad internacional y los analistas militares interpretan estas pruebas como pasos graduales pero firmes hacia la incorporación de sistemas de ataque más sofisticados y evasivos en la doctrina militar norcoreana.

Estados Unidos y Corea del Sur refuerzan la cooperación de inteligencia
Frente a este nuevo ensayo, Seúl y Washington intensificaron el intercambio de información de inteligencia, en un contexto regional cada vez más tenso. La cooperación entre ambas naciones busca no solo disuadir futuras acciones, sino también mejorar la capacidad de respuesta frente a un eventual conflicto. Este tipo de maniobras refuerza la hipótesis de que Corea del Norte intenta consolidar un sistema de disuasión activo basado en plataformas versátiles y de difícil neutralización.
El desarrollo constante de misiles de crucero en Corea del Norte representa una amenaza directa a la estabilidad del noreste asiático. Si bien la mayoría de estas pruebas terminan con los proyectiles cayendo en el mar, el mensaje estratégico es claro: el régimen busca demostrar que posee la capacidad de proyectar fuerza más allá de sus fronteras inmediatas. Esta tendencia preocupa no solo a los aliados de Estados Unidos en la región, sino también a actores como Japón y China, que observan con atención el reacomodamiento del balance de poder.
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