El presidente electo de Chile, José Antonio Kast, aprovechó su primera visita a Buenos Aires tras ganar las elecciones para enviar un mensaje político y económico muy claro: Santiago quiere ser la puerta de salida al Pacífico para los nuevos proyectos mineros y energéticos de la Argentina.

Tras reunirse con Javier Milei en la Casa Rosada, Kast destacó el “proceso muy rápido” de descubrimiento y desarrollo de minerales en territorio argentino y lo vinculó directamente con la integración logística a través de Chile: “Argentina está con un proceso muy rápido de encontrar distintos tipos de minerales y eso va a tener que tener una salida, y esperamos que esa salida sea por Chile”, afirmó.
El elogio del presidente electo chileno llega en un momento en que el gobierno argentino impulsa fuerte la minería –en especial del cobre y el litio– y promueve cambios regulatorios como la reforma de la Ley de Protección de Glaciares, ya enviada al Congreso. Provincias como Mendoza y San Juan buscan reposicionarse en el mapa regional del cobre, mientras las empresas presionan por mayores certezas jurídicas y de infraestructura.
Kast leyó ese movimiento como una oportunidad compartida. “Queremos buscar un abanico de conversaciones tanto en el tema del emprendimiento y de la industrialización”, señaló, dejando entrever que Chile aspira no solo a ser corredor de exportación, sino también plataforma de procesamiento, servicios y financiamiento para la nueva minería argentina.
¿Hacia un “polo de desarrollo” en el Cono Sur?
En declaraciones a la prensa chilena, el mandatario electo fue aún más explícito: “Tenemos la frontera más grande, mucha historia en común y queremos mejorarla. Argentina encontró muchos minerales y gas; pueden tener salida por el Pacífico. Tenemos que formar el gran polo de desarrollo en América del Sur”. El concepto de “polo de desarrollo” resume la visión que parece compartir con Milei: una articulación económica basada en energía, minería y corredores bioceánicos, con salida por puertos chilenos al mercado asiático.

En esa lógica, la integración física (oleoductos, gasoductos, pasos cordilleranos, infraestructura portuaria) se vuelve un activo estratégico tanto como los marcos regulatorios pro-inversión. Pero el acercamiento no se limita al discurso. En el plano energético, Chile ya se consolidó como socio clave para la Argentina. Días atrás, la petrolera estatal chilena Enap firmó un acuerdo marco con un consorcio de compañías argentinas encabezadas por YPF para la compra de crudo de Vaca Muerta durante ocho años, por un monto estimado en USD 12.000 millones.
El crudo será transportado a través del Oleoducto Trasandino (OTASA), construido en los años 90 y con más de 400 kilómetros de extensión, que vuelve a adquirir centralidad como pieza del corredor energético andino. Según lo pactado, el petróleo argentino podría cubrir en torno al 35% de la demanda anual de Enap, reforzando la interdependencia entre ambas matrices energéticas.
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