¿Qué grupo de crimen organizado podría reinsertarse en la Argentina?

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Las alarmas sobre el avance del crimen organizado transnacional en la Argentina sumaron en las últimas horas un nuevo factor de preocupación: según el especialista en seguridad y contraterrorismo Daniel Adler, las pandillas centroamericanas conocidas como “Maras” podrían intentar reinstalarse en el país, luego de un primer intento fallido en 2018. En declaraciones radiales, Adler advirtió que el escenario actual —marcado por fronteras vulnerables, avance narco y penetración de bandas extranjeras— crea condiciones más favorables para que estos grupos vuelvan a operar en territorio argentino.

Miembros de la Mara Salvatrucha (MS-13) son escoltados por la policía a su llegada a la cárcel de Quezaltepeque, El Salvador, en marzo de 2016. Imagen José Cabezas / Reuters

La llegada de las Maras no prosperó en aquel entonces. Pero el enemigo aprendió a camuflarse. Las nuevas generaciones ya no se tatúan ni se saludan como antes. Buscan cubrir su criminalidad”, explicó el experto.

¿Quiénes son las Maras y por qué preocupa su posible regreso?

Las Maras —como la Mara Salvatrucha (MS-13) o Barrio 18— son pandillas originadas en Centroamérica y con fuerte presencia en El Salvador, Honduras, Guatemala y también en Estados Unidos. Se caracterizan por su estructura violenta, su lógica territorial y su estrecho vínculo con economías ilegales como el narcotráfico, la extorsión, el sicariato y el tráfico de personas.

Adler recordó que hacia 2018 se registraron señales de presencia de miembros de Maras en Argentina, pero ese primer intento de instalación “no prosperó” por la rápida identificación de sus integrantes, marcados por tatuajes visibles y códigos gestuales propios de la cultura de pandillas.

La banda criminal originada en Los Ángeles desde sus inicios arrasó en la sociedad estadounidense con violencia sin piedad. DEF

Hoy, el panorama es distinto. Las nuevas generaciones de mareros ya no exhiben tatuajes evidentes y evitan los saludos y símbolos clásicos que los delataban. Además, buscan pasar desapercibidos y mezclarse en entornos urbanos sin levantar sospechas.

Esta mutación estética y operativa complejiza la tarea de las fuerzas de seguridad y abre la puerta a un eventual reingreso silencioso al país, especialmente a través de pasos fronterizos no controlados. Por eso, para Adler, uno de los puntos críticos es la falta de control efectivo en pasos clandestinos a lo largo de las fronteras argentinas, especialmente con países donde el crimen organizado tiene fuerte arraigo.

El Salvador y Estados Unidos suelen ser puntos de origen y tránsito de miembros de Maras, aunque Brasil y Paraguay operan potentes estructuras narco con capacidad de proyectarse hacia Argentina. Por ello, en paralelo, el especialista advierte que la Argentina ya enfrenta una penetración concreta de bandas brasileñas como el Comando Vermelho (CV) y el Primer Comando Capital (PCC), a las que describe como organizaciones que controlan el 90% de las favelas en Brasil, manejan prácticamente todo el sistema carcelario brasileño y se expanden mediante células pequeñas, altamente violentas, que replican sus métodos en otros países.

Los mecanismos de la violencia

El posible retorno de las Maras no sería un fenómeno aislado, sino parte de una cartografía más amplia de criminalidad importada, donde pandillas centroamericanas y narcomafias brasileñas encuentran en la Argentina un terreno fértil para expandir redes logísticas, lavado de activos y violencia territorial. Pero otro elemento que subraya Adler es el cambio de escala en la organización delictiva.

Para el experto, ya no se trata solo de grandes estructuras visibles, sino de microcélulas de dos, tres o cuatro jóvenes, muchas veces menores de edad, utilizados para ejecutar extorsiones, ataques con armas de fuego o explosivos caseros, y sicariato y amedrentamiento territorial. “Son grupos de chicos muy jóvenes, asesinos o psicópatas que se unen con el objetivo de generar terror en la sociedad”, describe el Adler, aludiendo a patrones ya conocidos en Centroamérica y Brasil.

Pese al diagnóstico crítico, Adler insiste en que “el Estado sigue siendo mucho más poderoso que cualquier banda criminal”, pero advierte que esa ventaja se diluye si se mantiene un enfoque tradicional frente a organizaciones que mutan, se globalizan y aprenden. Su conclusión es directa: Si las fuerzas de seguridad e inteligencia “siguen haciendo lo mismo”, los resultados no van a cambiar.

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Equipo de redacción de El Estratégico

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